Me gustaría llegar a la oficina
y que me dijeran:
la hemos cambiado de puesto.
A partir de ahora es usted poeta.
Poetícelo todo: informes, facturas, abonos.
Poetice las llamadas y los contratos.
Las reuniones, los papeles y el café cargado.
Me gustaría llegar a la oficina
y que las golondrinas entraran por la ventana.
Y pintar las paredes de rosa fluorescente,
poniendo jazz de fondo.
Y cantar en voz alta.
Aunque eso no sea demasiado poético…
Me gustaría poetizar los problemas.
Y también los agobios.
Con esa ilusión me he levantado.
Lo sé, suena ingenuo.
Ya te contaré esta noche
cuando vuelva del trabajo.