Quise ser

Quise ser el zorro de El Principito

y que me amaestraran

y esperar impaciente una llamada.


Quise ser Cenicienta y Blancanieves,

la Princesa del Guisante,

Campanilla enamorada, la Sirenita varada…


Quise ser tanta gente.

Quise vivir historias en planetas brillantes

donde nadie se muere,

donde nadie es cobarde,

donde la vida pasa sin quitarse los guantes.  


Y al final,

después de tantos cuentos,

solo quise ser yo:

pequeña, independiente,

a veces de colores, a veces más oscura

 e ingenua hasta los dientes.


Por Noemí Martín González.

Versos sencillos

Versos sencillos que algo te muevan,

que algo te arañen

sin ser espuelas.

Versos ligeros que traigan vida:

agua brillante del Garoé.

Que traigan risas, que traigan calma,

nunca calima,

nunca desgana.

Versos que alivien tus madrugadas.

Versos-cruasán con mermelada.

Versos amables, versos sinceros.

No aspiro a más esta mañana

que darte un beso lleno de versos.

O quizá sí: versarte entero cada resquicio con mis palabras.

Por Noemi Martín

Cambio de puesto

Me gustaría llegar a la oficina

y que me dijeran:

la hemos cambiado de puesto.

A partir de ahora es usted poeta.

 

Poetícelo todo: informes, facturas, abonos.

Poetice las llamadas y los contratos.

Las reuniones, los papeles y el café cargado.

 

Me gustaría llegar a la oficina

y que las golondrinas entraran por la ventana.

Y pintar las paredes de rosa fluorescente,

poniendo  jazz de fondo.

Y cantar en voz alta.

Aunque eso no sea demasiado poético…

 

Me gustaría poetizar los problemas.

Y también los agobios.

Con esa ilusión me he levantado.

Lo sé, suena ingenuo.

Ya te contaré esta noche

cuando vuelva del trabajo.

Poema para Ida

Quisiera ser como esa vieja dama,

libro de piel y huesos

y el pelo ensortijado con los versos

que azules van brotando sin descanso.

 

La radiante uruguaya cervantina

imagina palabras mientras duerme.

Y en sueños los poemas aletean

alrededor de la lámpara y la cama.

 

Quisiera ser como esa vieja dama,

al menos un resquicio de sus ganas

y su sabiduría.

 

Un porcentaje nimio de su esencia,

la línea de un soneto, la gota en su garganta,

un mínimo trocito de su alma.

La rueda (¿cuál es la tuya?)

 

Salto de la rueda

Me apeo. Me piro.

No quiero dar vueltas como una cobaya

o una rata tuerta.

 

Me rompí las patas,

los dientes, las alas

y mis dos hoyuelos.

¿Dónde quedó el cielo que tanto buscaba?

 

Me niego a seguir haciendo piruetas.

Esto no es vivir. Es sobrevivir.

Cerrar las compuertas a la luz del sol.

Dejar de sentir.

 

Salto de la rueda.

Ahí va la renuncia de mi puño y letra.

Quiero respirar, ser de nuevo libre.

Volver a pensar…

Cambio de estación

Tú eras otoño

y yo necesitaba primavera y brotes verdes.

Noviembre en cada poro.

Eso eras.

Frío que se colaba en los tendones,

viento en mi madriguera.

 

Tú eras otoño

y no te dabas cuenta.

Eras lluvia en mi vientre.

Eso eras.

Tristeza y tiempo recio,

tardes cortas.

Tarea en la maleta al volver del colegio.     

 

Otoño en tus andares.

Cualquiera diría casi invierno

porque a veces nevabas con tus palabras yermas.

Eso eras.

Otoño y cielo plúmbeo

y yo necesitaba primavera.

 

Como una hormiga alada

 volé de tu hormiguero

para salvar las ansias de tibieza en mi cuerpo.

Fundé mi propio reino.

No quería tu otoño,

esa estación que llevas dibujada en el rostro:

seria y umbría mueca.

 

Quedaron para otras

sombrero y capa negra,

vitamina d encapsulada,

barro en las botas viejas…

Tú eras otoño

y yo necesitaba primavera.