“Febrero no tiene veintiocho días”
tiene veintiocho letras.
Una más que el alfabeto
aunque solo se usan catorce para escribirlo,
la mitad de veintiocho.
Pero febrero no es un mes
ni es todos sus días.
Es un capricho de los números,
y de las letras;
un ave migratoria cruzando el mundo;
un impasse entre estaciones.
Un atajo a los recuerdos y los ecos
de otras voces.
La intranquila sensación de soledad
de un museo cerrado
por la noche.
Lo que estuvimos a punto de vivir
pero se quedó en obra de arte
congelado en un febrero.
El resultado de una cábala
absurda e imposible
como todo.
Siempre llevo un febrero en la mochila
por si me hace mucho sol
por si todo va muy deprisa
por si mis ojos no brillan.
Y sin embargo su olor, siempre me coge por sorpresa
y revela con una sonrisa aquellas fotografías
que tomamos sin saberlo en blanco y sepia.
Y sin embargo, es febrero.
¡Quién lo diría!
Es febrero otra vez y te echo de menos
otra vez,
todos y cada uno
de sus veintinueve días.
JDL