¡Quién lo diría!

“Febrero no tiene veintiocho días”

tiene veintiocho letras.

Una más que el alfabeto

aunque solo se usan catorce para escribirlo,

la mitad de veintiocho.

Pero febrero no es un mes

ni es todos sus días.

Es un capricho de los números,

y de las letras;

un ave migratoria cruzando el mundo;

un impasse entre estaciones.

Un atajo a los recuerdos y los ecos

de otras voces.

La intranquila sensación de soledad

de un museo cerrado

por la noche.

Lo que estuvimos a punto de vivir

pero se quedó en obra de arte

congelado en un febrero.

El resultado de una cábala

absurda e imposible

como todo.

Siempre llevo un febrero en la mochila

por si me hace mucho sol

por si todo va muy deprisa

por si mis ojos no brillan.

Y sin embargo su olor, siempre me coge por sorpresa

y revela con una sonrisa aquellas fotografías

que tomamos sin  saberlo en blanco y sepia.

Y sin embargo, es febrero.

¡Quién lo diría!

Es febrero otra vez y te echo de menos

otra vez,

todos y cada uno

de sus veintinueve días.

JDL

Requiem

RÉQUIEM*

A José Hierro, que me es tan querido,
pidiéndole disculpas por adelantado.

Jorge Trujillo, natural de
Canarias, fallecerá un día (o noche)
de algún año, a consecuencia
de su mala suerte. Su cadáver
será el muerto más vivo
durante instantes de segundo.
Se dirá una misa cantada
por deferencia a algunos familiares. Sigue leyendo «Requiem»

Cambio de puesto

Me gustaría llegar a la oficina

y que me dijeran:

la hemos cambiado de puesto.

A partir de ahora es usted poeta.

 

Poetícelo todo: informes, facturas, abonos.

Poetice las llamadas y los contratos.

Las reuniones, los papeles y el café cargado.

 

Me gustaría llegar a la oficina

y que las golondrinas entraran por la ventana.

Y pintar las paredes de rosa fluorescente,

poniendo  jazz de fondo.

Y cantar en voz alta.

Aunque eso no sea demasiado poético…

 

Me gustaría poetizar los problemas.

Y también los agobios.

Con esa ilusión me he levantado.

Lo sé, suena ingenuo.

Ya te contaré esta noche

cuando vuelva del trabajo.

Elegía Sin Olvido

Qué te voy a contar a ti de ríos que desembocan,
barcas, barqueros, óbolos y estigias,
luces que nos ciegan, túneles que no llegan,
niños que ya no lloran o soñadores que no regresan.

Qué te voy a contar a ti de Mozart y su requiem,
de las misas de difuntos, veladoras que se apagan,
el polvo en la butaca, el silencio en el salón,
el vino con su corcho y el correo en el buzón.
Qué te voy a contar a ti que tanto fuiste y ya no eres,
que eres llama que se eleva y lluvia y niebla.

Porque en tu ausencia reina el frío.

Mañana invernal, Sol que no calienta,
Recuerdos de la infancia: un valle y plataneras.
Feligreses en rebaño que siguen a su Pastor,
la mirada levantada ante la palabra prometida
y la sorpresa y la rabia ante la mentira descubierta,
que no hay juez alguno ni juicio ni premio ni condena.
Solo vacío.

Porque en tu ausencia queda un vacío.

Queda un vacío y quedamos nosotros:
los compungidos, los desamparados
que llenamos la memoria con el sonido de tu risa
y rebosamos nuestras copas con tu sangre que es el vino.

Y con las páginas de los álbumes pasarán las estaciones.
Y las lágrimas sobre tu imagen se secarán como la vida.
Y cubriremos el dolor con sábanas y cortinas.
Y apartaremos nuestras penas en una esquina
hasta que el último de nosotros se rodee de cipreses.
Solo entonces terminará nuestra vigilia.

Porque en tu ausencia no hay olvido.

Poema para Ida

Quisiera ser como esa vieja dama,

libro de piel y huesos

y el pelo ensortijado con los versos

que azules van brotando sin descanso.

 

La radiante uruguaya cervantina

imagina palabras mientras duerme.

Y en sueños los poemas aletean

alrededor de la lámpara y la cama.

 

Quisiera ser como esa vieja dama,

al menos un resquicio de sus ganas

y su sabiduría.

 

Un porcentaje nimio de su esencia,

la línea de un soneto, la gota en su garganta,

un mínimo trocito de su alma.

La rueda (¿cuál es la tuya?)

 

Salto de la rueda

Me apeo. Me piro.

No quiero dar vueltas como una cobaya

o una rata tuerta.

 

Me rompí las patas,

los dientes, las alas

y mis dos hoyuelos.

¿Dónde quedó el cielo que tanto buscaba?

 

Me niego a seguir haciendo piruetas.

Esto no es vivir. Es sobrevivir.

Cerrar las compuertas a la luz del sol.

Dejar de sentir.

 

Salto de la rueda.

Ahí va la renuncia de mi puño y letra.

Quiero respirar, ser de nuevo libre.

Volver a pensar…

Sin tiempo

En 2017 tuve el enorme placer y gran honor de colaborar con mi buen amigo y gran artista Giovanni Ozzola en este interesante proyecto suyo que me atrapó de inmediato y para el que hube de escribir un texto en el que trabajamos juntos, que serviría de guión a un vídeo.

Inicialmente escrito en español pero siempre con la idea de que, finalmente, lo traduciría al inglés para su incorporación definitiva al proyecto. Aquí están ambas versiones:

Noche oscura, el corazón lleno de miedo,
el horizonte no se acerca
porque tampoco se aleja.

Ver una vez más en la distancia,
la sal sobre la piel;
todo el silencio cabe en tu mirada.
Sintiendo la cercanía de un alma
de labios y
palabras saladas.

No se por qué te fuiste,
no se si vienes o vas.

El mismo viento que lo aleja, lo devuelve
y ya no se puede mirar pero se ve sin más,
respirando el horizonte, el mundo,
entre las olas del mar.

No quisiera perderme,
hoy no.
Tu eres la que se mueve, pero yo soy el que se va.

Los caminos se adentran en el tiempo, ciegos

hacia un reencuentro. ¿Dónde?

Vaciado lentamente en cada aliento,
sobre el lecho invisible del ahora.

Los ojos abiertos, la soledad
sola.

A saltos se aleja y se deshace
un barco que partió de madrugada
silencioso
entre otros pensamientos.
Arena, mi dulce y adorada arena.

Cuando no estás mirando
los sueños te devuelven la mirada;
los besos
rompen la noche y la mañana.

Todo está en el viento desde siempre
en un único camino.

El mismo viento
en un mensaje infinito
hacia el océano.

Este es el extracto de la obra que redactamos para la exposición:

«Un hombre indistinto en el paisaje, un paisaje más grande que se acerca sobre él, su silueta y energía se destacan, él es el centro en ese concreto momento, en ese concreto lugar.

El hombre mira hacia el mar y le habla. Su idioma nativo es el silbo. Un flujo de aire que sale de él y se funde con el viento, se fusiona con el paisaje. Naturaleza y hombre vuelven a ser uno.

El vídeo fue rodado en Añaza, barrio periférico de Santa Cruz de Tenerife. Zona brutalmente urbanizada en las últimas décadas, a pesar de haber sido un yacimiento arqueológico guanche, habitantes aborígenes de la Isla, y declarada Sitio de Interés Cultural.

El silbo gomero es un lenguaje arcaico pero aún utilizado en una remota isla del Océano Atlántico, La Gomera. En 2009 fue declarado Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la UNESCO. »

La obra se estrenó en Beijing, China, y ha sido adquirida por dos museos de aquel país, el BAO y el M WOODS MUSEUM.

Nunca podré agradecer suficientemente la oportunidad que me brindó Giovanni Ozzola de participar con un artista de su talla y trayectoria en un proyecto como este, así como su generosidad en todo el proceso.

Puede verse su obra por todo el mundo ya que, este artista inagotable ha realizado y realiza exposiciones continuamente. A través de este enlace puede disfrutarse de algunas de sus maravillosas y siempre interesantes obras

https://www.galleriacontinua.com/artists/giovanni-ozzola-57

Cambio de estación

Tú eras otoño

y yo necesitaba primavera y brotes verdes.

Noviembre en cada poro.

Eso eras.

Frío que se colaba en los tendones,

viento en mi madriguera.

 

Tú eras otoño

y no te dabas cuenta.

Eras lluvia en mi vientre.

Eso eras.

Tristeza y tiempo recio,

tardes cortas.

Tarea en la maleta al volver del colegio.     

 

Otoño en tus andares.

Cualquiera diría casi invierno

porque a veces nevabas con tus palabras yermas.

Eso eras.

Otoño y cielo plúmbeo

y yo necesitaba primavera.

 

Como una hormiga alada

 volé de tu hormiguero

para salvar las ansias de tibieza en mi cuerpo.

Fundé mi propio reino.

No quería tu otoño,

esa estación que llevas dibujada en el rostro:

seria y umbría mueca.

 

Quedaron para otras

sombrero y capa negra,

vitamina d encapsulada,

barro en las botas viejas…

Tú eras otoño

y yo necesitaba primavera.