Sonrojada con la luz de la mañana
hipnotizas con la austeridad de tus muros
que parecen ocultar tras el umbral de tu Puerta
la Justicia de un extraño despertar en un pasadizo quebrado
como volverse a dormir
nacer a un sueño nuevo levantando tu velo
abriéndose al cielo de la Granada oriental.
¿De quién te defiende la Alcazaba?
¡Quién pudiera dominarte sin tenerte que dañar!
Califas, sultanes y reyes lucharon por retenerte
para imponerse a propios y extraños.
La luz quiso quedarse en tus muros forjando tus sombras
leyendo tus patios, bebiendo en tus fuentes.
Ni el tiempo pudo dejarte
y enamorado de atardeceres te vio cambiar
escondido en los rincones de tus palacios
sin atreverse a pasar.
Intrincados juegos de mosaicos,
paños de sebka, laberintos de puertas y jardines
columnas arracimadas y geometrías perfectas
flotan sobre el agua y parecen
brotar desnudas de la naturaleza;
enigmas, filigranas y detalles
alicatados de colores brillantes,
artesonados de maderas oscuras y símbolos mágicos;
ocultos en un sortilegio, engarzados
a través de los siglos
en un único mensaje que viaja sin tiempo;
armonías ocultas que se revelan como una música velada en el aire
y murmuran tus siete cantos tras celosías de estrellas:
el verde de vida, la sombra del misterio,
borboteo de luces, espejos de agua,
fragancias de sueño,
todo asomado en tus ojos negros.
Nos recibes en el Mexuar sin sultán
para darnos justicia por llegar tarde, por tener que irnos
y no poder llevarte más que en el recuerdo y los sueños
demasiado fríos, demasiado distantes, irnos
con la inquietud infinita de volverte a mirar;
no cumplirás tu advertencia
dijimos pocas palabras pero marchamos sin paz.
Tú, que te acuestas envuelta en jazmín y te despiertas
oliendo a azahar;
que coronaste Al- Sabika para dominar una ciudad Andalusí;
que te quedaste encerrada en murallas
para nunca morir, para reinar en todos los sueños
desde las palmeras de tu jardín feliz;
sin Isabel ni Fernando,
sin Morayma, sin Boabdil;
reina del séptimo cielo
Alhambra eterna
la Nazarí.