Vuela en tu respiración la misma partícula
anterior al tiempo, que llenó el vacío
la misma luz de las estrellas incandescentes
viajera silenciosa entre galaxias
a través del gélido vacío extremo que las separa.
Laten en tu pulso átomos vibrantes
surgidos de la nada hace miles de millones de años
que llegaron a tu sangre dormidos en eones de gas
en infinidad de vínculos aleatorios, en cosas inertes...
nubes de tiempo deshaciéndose en la eternidad.
Entre astros gigantes y agujeros negros
restos de colisiones girando en un baile de contrastes
y en un punto tan perdido como cualquier otro
la singularidad.
Con el oro de los núcleos de las súper novas
se forjaron la vida, el infinito, la consciencia
y la palabra.
Acaso son ellas la única forma
que tiene la inmensidad de conocerse
mantener un soliloquio
asombrarse de ser, de la improbabilidad.
Acaso somos su vértigo y por eso
nos devuelve el olvido, el miedo
esa nostalgia de no entender
y el silencio.
Pero quizás somos también su ilusión
su esperanza frente al caos sin testigo
y nos refleja desde algún distante sol
la compasión, la bondad y la alegría,
entre todas las locuras impensables,
el amor.
Jorge Díaz de Losada